sábado, 12 de enero de 2013

¿HACIA DONDE VA LA EDUCACIÓN PÚBLICA?


Al cierre del 2012 resulta oportuno preguntarnos qué cambios sustanciales se han producido en la escuela pública peruana en el contexto de la pujante economía de mercado aplicable en el país desde los 90. Cuánto de esta economía ha incidido en la sostenibilidad de la escuela pública o, en cambio, ha terminado transfigurándola a tal punto de acentuar la irreversibilidad de su crisis estructural.

En principio, a mediados del siglo XIX la escuela pública fue una de las grandes conquistas de los sectores progresistas y renovadores del Perú de la etapa post independentista. Desde Castilla hasta Velasco, pasando por Leguía y Odría, el Estado fue constituido como el agente promotor y conductor de la escuela pública sin excluir el rol del sector privado en este terreno. El norte de esta tendencia era consolidar la presencia estatal en la sociedad a través de la escuela; la democratización del conocimiento, proceso que entonces implicaba dar batalla al analfabetismo; la formación de una clase media como futura clase dirigente, un sistema de partidos solido y nacional, la institucionalización política del país, etc. En suma, dar base a una sociedad bajo un Estado democrático social de Derecho.
Esta evolución ha sufrido un corte con la aplicación de las políticas neoliberales que reducen la intervención de Estado en los servicios públicos, entre ellos la educación, poniendo énfasis en su rol subsidiario (Ver Régimen Económico C. P. 1993) En estos días los voceros de los grupos de poder destacan los inocultables logros del modelo como para hacernos olvidar la esencialidad del Estado en temas claves como educación, salud, justicia y seguridad.
Para ser claros, nadie duda que la economía de crecimiento (7.3% para el 2013) permite a sus voceros hablar de un "milagro peruano" que, entre otros aspectos, se expresa en la reducción de la pobreza (del 31% al 27%), la emergencia de una clase media en Lima y las principales ciudades costeñas; la expansión de la educación superior universitaria (más de 60 universidades privadas), el crecimiento de empleo directo e indirecto, etc.
Lo que olvidan decir es que hoy los peruanos vivimos a expensas del crecimiento de la criminalidad organizada (lavado de activos, corrupción, narcotráfico, trata de personas, terrorismo, etc.); los sueldos de los trabajadores en nada envidian a los que perciben sus homólogos en China o Africa; la degradación ambiental es incontenible mientras se profundiza el ensanchamiento de la desigualdad social; pero, sobre todo, tenemos la peor educación pública del hemisferio, sólo superior a Haití. Amén del universo de conflictos sociales derivados de la inversión minera en la sierra y amazonía peruana.
Los neoliberales no tienen respuesta a esta problemática, como tampoco la tienen frente a la expansión de las crisis en España, Grecia, Portugal, incluso los EE.UU. En esos países el modelo neoliberal simplemente desfallece y el desmantelamiento del Estado de Bienestar ha servido para rescatar a numerosos bancos en quiebra, mientras el desempleo en España bordea casi el 20% de su población en general y se ha iniciado una ola migratoria, especialmente hacia América del Sur, de magnitudes imprevisibles.
En los países centroamericanos (México, Guatemala, El Salvador) la criminalidad se ha constituido en un verdadero poder con una vasta red de actuación en la sociedad que le ha permitido desplazar al propio Estado transfigurando a sus instituciones públicas. Narcotráfico, trata de personas, corrupción, pobreza, etc. son el resultado del plan neoliberal en marcha desde Salinas de Gortari. El retorno del PRI en México alienta la posibilidad de un Plan México (otro Plan Colombia en América) para paliar los efectos de la previsible descomposición estatal. Los especialistas coinciden que esta descomposición tiene su base en la creciente desigualdad social, tema tabú para los neoliberales.
Retornando al tema, la escuela pública peruana es el terreno donde más se advierte la desigualdad social. Los peruanos no perciben a la escuela pública como un instrumento de desarrollo, eso es impensable en esta época. En el ultimo CADE las miradas volvieron a la educación privada como soporte del crecimiento económico, nadie se interesó por la escuela pública, tampoco invitaron a la ministra Patricia Salas. En definitiva, la educación pública en el Perú no es un tema de Estado. Hoy es un tema de Mercado, sujeto a los vaivenes de la oferta y demanda donde el Estado ha congelado su atención a este importante sector.
Algunos han llegado a decir que el 6% del PBI para este sector (XII Política de Estado del Acuerdo Nacional) es hoy una realidad indiscutible, claro sumando los montos de la inversión pública y privada juntos. No tiene esto que sorprender, los neoliberales son conscientes que es menos costoso importar conocimiento e información de punta que crearlos acá en el Perú, como en el caso de otros bienes y servicios que a diario importamos desde afuera.
Al 2012 hemos llegado a un nivel en que el sector privado ha superado al Estado en cobertura de atención educativa (1’097,000 estudiantes) y su inversión asciende a casi el 2.8% del PBI. ¿Dónde está el Estado peruano? De mantenerse esta tendencia en los próximos diez años los colegios públicos irán pronto a desaparecer y miles de maestros pisarán la calle repitiendo el experimento fujimorista de los 90, mientras los neoliberales, parafraseando a Fukuyama, estarán prestos a celebrar el fin de la educación pública en el Perú.
Fuente: CIPAL

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