Al cierre del 2012 resulta oportuno preguntarnos qué cambios sustanciales se han producido en la escuela pública peruana en el contexto de la pujante economía de mercado aplicable en el país desde los 90. Cuánto de esta economía ha incidido en la sostenibilidad de la escuela pública o, en cambio, ha terminado transfigurándola a tal punto de acentuar la irreversibilidad de su crisis estructural.
En principio, a mediados del siglo XIX la escuela pública fue una
de las grandes conquistas de los sectores progresistas y
renovadores del Perú de la etapa post independentista. Desde
Castilla hasta Velasco, pasando por Leguía y Odría, el Estado fue
constituido como el agente promotor y conductor de la escuela
pública sin excluir el rol del sector privado en este terreno.
El norte de esta tendencia era consolidar la presencia estatal
en la sociedad a través de la escuela; la democratización del
conocimiento, proceso que entonces implicaba dar batalla al
analfabetismo; la formación de una clase media como futura clase
dirigente, un sistema de partidos solido y nacional, la
institucionalización política del país, etc. En suma, dar base a
una sociedad bajo un Estado democrático social de Derecho.
Esta evolución ha sufrido un corte con la aplicación de las
políticas neoliberales que reducen la intervención de Estado en los
servicios públicos, entre ellos la educación, poniendo énfasis
en su rol subsidiario (Ver Régimen Económico C. P. 1993) En estos
días los voceros de los grupos de poder destacan los
inocultables logros del modelo como para hacernos olvidar la
esencialidad del Estado en temas claves como educación, salud,
justicia y seguridad.
Para ser claros, nadie duda que la economía de crecimiento
(7.3% para el 2013) permite a sus voceros hablar de un
"milagro peruano" que, entre otros aspectos, se expresa en la
reducción de la pobreza (del 31% al 27%), la emergencia de una
clase media en Lima y las principales ciudades costeñas; la
expansión de la educación superior universitaria (más de 60
universidades privadas), el crecimiento de empleo directo e
indirecto, etc.
Lo que olvidan decir es que hoy los peruanos vivimos a expensas
del crecimiento de la criminalidad organizada (lavado de activos,
corrupción, narcotráfico, trata de personas, terrorismo, etc.); los
sueldos de los trabajadores en nada envidian a los que perciben
sus homólogos en China o Africa; la degradación ambiental es
incontenible mientras se profundiza el ensanchamiento de la
desigualdad social; pero, sobre todo, tenemos la peor educación
pública del hemisferio, sólo superior a Haití. Amén del universo
de conflictos sociales derivados de la inversión minera en la
sierra y amazonía peruana.
Los neoliberales no tienen respuesta a esta problemática, como
tampoco la tienen frente a la expansión de las crisis en
España, Grecia, Portugal, incluso los EE.UU. En esos países el
modelo neoliberal simplemente desfallece y el desmantelamiento del
Estado de Bienestar ha servido para rescatar a numerosos
bancos en quiebra, mientras el desempleo en España bordea casi
el 20% de su población en general y se ha iniciado una ola
migratoria, especialmente hacia América del Sur, de magnitudes
imprevisibles.
En los países centroamericanos (México, Guatemala, El Salvador) la
criminalidad se ha constituido en un verdadero poder con una vasta
red de actuación en la sociedad que le ha permitido desplazar al
propio Estado transfigurando a sus instituciones públicas.
Narcotráfico, trata de personas, corrupción, pobreza, etc. son el
resultado del plan neoliberal en marcha desde Salinas de
Gortari. El retorno del PRI en México alienta la posibilidad
de un Plan México (otro Plan Colombia en América) para paliar
los efectos de la previsible descomposición estatal. Los
especialistas coinciden que esta descomposición tiene su base en
la creciente desigualdad social, tema tabú para los neoliberales.
Retornando al tema, la escuela pública peruana es el terreno
donde más se advierte la desigualdad social. Los peruanos no
perciben a la escuela pública como un instrumento de desarrollo,
eso es impensable en esta época. En el ultimo CADE las miradas
volvieron a la educación privada como soporte del crecimiento
económico, nadie se interesó por la escuela pública, tampoco
invitaron a la ministra Patricia Salas. En definitiva, la educación
pública en el Perú no es un tema de Estado. Hoy es un tema de
Mercado, sujeto a los vaivenes de la oferta y demanda donde el
Estado ha congelado su atención a este importante sector.
Algunos han llegado a decir que el 6% del PBI para este sector
(XII Política de Estado del Acuerdo Nacional) es hoy una
realidad indiscutible, claro sumando los montos de la inversión
pública y privada juntos. No tiene esto que sorprender, los
neoliberales son conscientes que es menos costoso importar
conocimiento e información de punta que crearlos acá en el Perú,
como en el caso de otros bienes y servicios que a diario
importamos desde afuera.
Al 2012 hemos llegado a un nivel en que el sector privado ha
superado al Estado en cobertura de atención educativa (1’097,000
estudiantes) y su inversión asciende a casi el 2.8% del PBI.
¿Dónde está el Estado peruano? De mantenerse esta tendencia en
los próximos diez años los colegios públicos irán pronto a
desaparecer y miles de maestros pisarán la calle repitiendo el
experimento fujimorista de los 90, mientras los neoliberales,
parafraseando a Fukuyama, estarán prestos a celebrar el fin de
la educación pública en el Perú.
Fuente: CIPAL
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